jueves, 25 de septiembre de 2008

Querida p%lotuda

La idea era levantarme temprano el día de hoy, para poder hacer la tarea de inglés que no había hecho la noche anterior, puesto que acordé con mi Yo interno irme a dormir temprano para hacer lo que expresa la idea que tenía pensada para el día de hoy. Era (fue) la idea. De nada sirvió programar el encendido de la TV a las 8.00 a. m. en alto volumen en el Canal 7 (la TV pública, la única con programación –aburrida– toda la noche que se nos permite a los que no tenemos cable), dejando a muy lejana distancia el control remoto, así como programar las cuatro alarmas de mi celular, dejándolo también así de lejos. De nada sirvió, porque me desperté y bajé el volumen de la tele, y apagué p&to celular. Procuré despertarme 15' más tarde, solo 15. Y me levanté a las 11. Que mal. (Gustavo: algún día entenderás que la mañana no se ha hecho para ti, y al final, desistirás a tal propósito)

En fin. Terminé lo que me quedaba de inglés. Yo sé que no di lo mejor, pero debía sacarme de encima este trabajo en particular.


Me puse bonito, resolví rápidamente que ponerme (hoy salí realmente mal vestido a la calle), y bajo un auténtico sol primaveral, me dirigí a la facultad. Entregué los trabajos adeudados, y me escapé lo más rápido que pude del noble lugar.


Como tenía que pasar a buscar a mi madre de su clase de natación a las 21, decidí pasar la tarde en la biblioteca hasta esa hora.


En la biblioteca suceden cosas extrañas. Algún día me tomaré tiempo para describir la locura de sus habitantes (locura literal) y todo lo demás que aqueja a nuestra singular biblioteca marplatense. Algún día. Por lo pronto puedo resumir lo acontecido el día de hoy: tan ruidosos nos encontrábamos esta tarde que, como siempre, casi no logro concentrarme; un reconocido gay de ambiente me sedujo hasta que descubrió que ya no le prestaría atención (en realidad me hacía el difícil, solo que se me fue la mano); tres veces fui al baño y tres veces encontré abierta la puerta que tiene un cartel que dice “cierre la puerta”; me crucé a una ex amiga que nunca pensé encontrar en este día...


En fin. El meollo de este post se centra en un hecho en particular, ocurrido a poco menos de una hora de retirarme del lugar. Antes que nada, aclararé que nuestra sala de lectura silenciosa tiene carteles que advierten sobre la prohibición de consumir alimentos, ingerir bebidas, o tener encendidos celulares. Así y todo, una señorita (de ahora en más, “querida p&lotuda”) se sienta a una mesa junto a su pequeña hija. Señores: a la sala de “lectura silenciosa” no se puede ir con infantes, es inadecuado. Por suerte la pequeña se portó bien, más allá de haberla escuchado tararear algunas canciones cuando no soportó más el aburrimiento. Y aquí viene lo peor: en un momento dado a la “querida p&elotuda” le suena con ganas un celular. La muy querida lo atiende como si tal cosa fuera a pasar desapercibida. ¡Bien, p&elotuda! Luego de informar con coordenadas la localización de su cola y resto del cuerpo, la querida acuerda la cita de estas partes con quien la llama. Sin más, muchos no pueden dejar de reír ante el absurdo de tal situación. Imaginen la escena: todos mirando a la querida, algunos sonrojados por el atrevimiento, otros riendo ahogadamente. Un señor (todavía jocoso él) le dice en voz alta “mandale un saludo de parte de todos”, y ya no fue posible contener la risa. Se ve que la intención del señor tuvo éxito, puesto que nuestra
p%lotuda se enfureció mucho. Tanto que después de cargar cosas e hija encima, se acerca como tigra y colérica le espeta cosas a media voz al buen hombre que la puso en su lugar con altura. Fueron tan estúpidas las cosas que esta p&lotuda dijo que no merecen ser reproducidas (y solo para que se den una idea de lo p&lotuda que fue: “ud. no tiene derecho a decirme eso” o “¡deme su nombre!”). Querida p&lotuda: si no reproduzco tu nombre aquí es porque no lo tengo. Lo de hoy fue tan ilógico que dio gracia, y pudo haber quedado como una irresponsabilidad más de un desubicado. Pero no. Tuviste el tupé de enojarte. Ahora hacete cargo. Cosas como esas me hacen enojar a mi.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Un concurso y una opinión

¿Saben una cosa? Un amigo español, al que no conozco (Guillote:

http://gsc-unmundofeliz.blogspot.com -Nota: las palabras introductorias de su espacio son de mi autoría; no me las robó, yo se las regalé), me aprontó sobre un concurso de blogs que realiza un diario de su país. Todo porque alguna vez me quejé de que nadie leía y/o visitaba mi bitácora. El buen muchacho me consoló. Y en una última visita me escribió lo siguiente: “Pueden participar personas de todo el mundo y lo mejor de todo, es que tu blog puede hacerse muy conocido aparte de conocer a much@s amig@s. Si te das cuenta, desde que me he inscrito al concurso, el número de comentarios ha subido como la espuma”..., entre otras cosas.

Desde ya muchas gracias Guillem, porque con la humildad que caracteriza la etapa de mi vida que me toca transitar, puedo decir que mi blog merece “tener amigos”. No tanto él, sino las palabras que de mi escapan.

Sinceramente, he de confesar que me avergüenza un poco esto que estoy haciendo. Digo, forzar mi blog en un concurso de un país que no es el mío; de contenido por momentos pobre.

Pero tampoco me tiro tan abajo. Digo… he visto peores. Y declaro también: si por una de esas causalidades, alguien nuevo está leyendo a este nuevo escritor, invitado esta a darse una vuelta por otros posteos de este mismo espacio, para darse cuenta de que no soy el único que ha visto peores.


Sin más, para redondear por hoy (el tiempo no me premia, mas me apremia), me despido, no sin antes dejarles expuesta mi posición frente a algunos recientes acontecimientos de público conocimiento: Bolivia y su situación social. No me extenderé. Solo diré que estoy feliz de que un indio, cabeza negra, oscurito él, este al mando del hermano país. Lamento mucho que él y solo él haya tenido que llegar -estoy hablando del hermano Evo M- para revertir una situación que se repite desde hace más de 500 años en tierras nuestras. Me preguntarán los que me conocen, que desde cuándo hago proselitismo por la causa de gente originaria, si soy más blanco que los blancos (y porque, además, ¡pronto también me tiño de rubio! Feliz estoy)… Bueno, sería un sinsentido decir que por mis venas corre sangre de este continente, más allá de mi color, ya que eso no dice nada. Así que diré que gracias a la diosa Fortuna (y a la Pacha Mama, que ha agraciado el vientre de nuestras féminas y las gónadas de nuestros machos), este raro mestizo tiene la “bendición en consecuencia” (algún día voy a explicar la teoría de este concepto mío) de pasar sus penas y glorias en esta tierra, a la que ama con pasión irracional.

Saludos para todos.

jueves, 4 de septiembre de 2008

La debacle heterosexual

Heteros del mundo: ni sois tan vírgenes, ni sois tan castos, ni sois tan 'gentlemen' como anuncian vuestros susurros de fidelidad eterna. Tenéis la mente igual de sucia que los gays, pero nosotros, que somos muy sufridos, hemos decidido cargar con la fama de putas –yo llevo mi cruz de ramera con la barbilla muy alta y la honra muy limpia–. Es hora de aparcar el romanticismo de saldo y esquina -saludos, mister Sabina-. Y de asumir, de una vez por todas, vuestro genoma de perversión.
Como soy un genio generoso, compartiré mi teoría de los 'gays-heteros-comunicantes' con el universo universal. No copuláis tanto como el sector homosexual por una razón aplastante: porque no compartís urinario con señoritas con pechos como frutas del tiempo y piernas como enredaderas. Si así fuera, iríais todo el día con las ballestas en alto, las comisuras rebosantes de babas y la mirada atolondrada por el deseo.
Que es, por otra parte, lo que nos suele pasar a nosotros. Porque volverán las oscuras golondrinas, ladrarán los gays de vida monacal y me lloverán los palos de bloguero maldito... pero la mayoría de homosexuales la tenemos más tiempo dentro que fuera. Esto es así, aunque escueza y perfore millones de conciencias, y punto. (Y yo no tengo la culpa, como tampoco fui el encargado de soltar la bombita de turno sobre Hiroshima).
Cambiemos, y esto es un suponer, los pechos como frutas de vuestra señorita imaginaria por unos bíceps de cincelado renacentista. Y sus piernas como enredaderas por una mandíbula diseñada para el pecado, una espalda ascendente y palpitante y, muy importante, la predisposición genética de acostarse contigo tras un simple guiño de pestañas. Pues yo tengo que lidiar en esta plaza desde que, allá por los 13, mi escroto empezó a hacer bulto bajo la cremallera.
El sistema, o la sociedad, o vaya usted a saber qué mente maliciosa me pone gays-trampa a cada paso: en el metro, en el urinario vecino, en la acera de enfrente, en la moto que apura el semáforo... Y caigo.

¿Ustedes no caerían, amigos heteros, en las peligrosas redes de su despampanante compañera de retrete? Sí, sí y mil veces sí. Pero la vida es muy injusta, y en vez de aficionadas al sexo exprés tenéis que bregar con hembras difíciles y, en muchos casos, torturadoras. Traducción: la clave no reside en que los gays seamos muy frescos, sino en que en las mujeres son muy complicadas.
Como no os basta un chasquido con los dedos para meterlas en vuestra cama, habéis desarrollado unas estrategias de ligue tan rudimentarias como ridículas. Suelo alternar con amigos heterosexuales, y me caigo de bruces cada vez que veo los trompicones de su cortejo empapado en alcohol.
Acarician los 30 y siempre escenifican el mismo vodevil: que si 'hazme la cobertura con la amiga fea', que si 'bailo como si fuera un bufón de la corte para hacerme el payaso', que si 'me pongo la corbata en la cabeza en la boda de mi prima', que si 'la llevo en mi supercoche a 180 km/h', que si 'soy agente financiero en una multinacional japonesa'...
Ante este panorama desolador, existen dos finales posibles:
a) la tía es muy fea y, milagro, todo acaba en cópula
b) debacle absoluta y, en consecuencia, una nueva noche de autosatisfacción manual.
Moraleja: aunque os repugne, no somos tan distintos. Compartimos genética, nos afeitamos la barba y sufrimos las mismas pulsiones entre las piernas. La única diferencia es nuestro 'público objetivo'. Y, al fin y al cabo, no vamos a llevarnos mal por 20 centímetros de nada, ¿no os parece?