sábado, 24 de enero de 2009

Empleado tipo "B"

¿Saben una cosa? No quería decir nada para que todo saliera bien. Y salió bien. Conseguí el trabajo que siempre quise, en una librería. Y no terminó la primera media hora de empezar que supe que sería difícil. Bien. No fue difícil, sencillamente una mier...

Estoy cansado, asustado, me he vuelto sumamente introvertido (¿acaso podía serlo un poco más?). Y tengo poco tiempo, sumado al sueño. No voy a agregar que hace calor, porque lo imaginan.

En estos tres días (en pocas horas empiezo la 4ta jornada laboral) ya he reunido una serie de notas que, con más detalle, mañana, que es mi día de franco, les regalaré.

Pero ahora me tengo que ir. Les dejo un par de videos.

A este tema le preste atención hace poco. Y la letra me encanta. El video que quita mucho a mi imaginación.

Este otro video es lo mismo, solamente que con él me río más. No había forma de que no lo inventaran (nota: gente impresionable y con asquito a los besos entre guys, abtenerse de apretar play).

Hasta mañana.

sábado, 10 de enero de 2009

Allanamiento

Dirigíame en compañía de Gabriel a la sede de mi obra social para adquirir un bono de consulta, para poder ir al dermatólogo el lunes. Llego. Hago cola y espero. ¿A quién? A la muy perra de la secretaría, que sin pudor conversaba con parientes de la vida en la vereda. Seguramente le ardían demasiado las orejas, por lo que dejó antes de lo que quiso la charla para atenderme de mala gana. Le pido lo que necesito y le aviso antes de cualquier acción que tengo un billete de $50, no menos. Y me dice como si tal cosa que me valla a buscar cambio, que no tiene nada, y que en una hora cierra la caja. Desgraciada.

Me voy a la farmacia, porque tenía que comprar un medicamento para mi mamá y de paso conseguir cambio. Pero el reloj apremiaba, por lo que, muy gentil él, Gabriel se ofrece comprarme el bono hasta que pudiera conseguir cambio. Se va a la obra social y yo me quedo en la farmacia. Al rato me llama. No puedo reproducir la charla pues fue muy difusa... lo suficiente como para solo ponerme nervioso y decirme que la policía lo había detenido para un allanamiento de drogas. Que desgracia. Le digo que me espere; termino de comprar en la farmacia y voy a su encuentro.

Llego a la obra social y veo un oficial en la puerta. Entro. Veo a Gabriel y lo primero que le digo es: ¡Decile que no tenes documento! Tarde. El policía ya se lo había pedido y él se lo había mostrado. Salimos a la calle y él intenta despedirme. Decido, sin pensar, acompañarlo. Y lo acompaño.

Nos dirigimos a la comisaría de drogas ilícitas (¿se llama así?). Ya había una testigo interceptada. Gabriel se une a ella y yo espero lejos, bien lejos para no ser llamado. Pues me llaman: “¿Tu nombre?” Gustavo Díaz, digo; pero yo no soy testigo, solo vengo acompañándolo a él, señalando a Gabriel. “Ah, esta bien”, dice el oficial. Genial, me digo, safé.

Vengan chicos”, le dice un policía de civil a los testigos. Y yo me hago el tonto y me uno a ellos. Nos trasladan como a 15 km de la comisaría. Llegamos. Bajamos. Le digo al oficial que dónde me quedo, pues no era testigo. Sin saber nada me dice: Te tendrías que haber quedado; ahora sos testigo”. Y fui testigo.

Para esto los malvivientes estaban reducidos. Entramos a la finca, una construcción básica, es decir: paredes y techo que formaban dos piezas separadas por un baño; puertas y ventanas tapadas con cartones y chapas. Los habitantes eran 4: un chico de 16, otro de 22, un hombre de unos 30, y otro que no recuerdo. En el lugar se vendía cocaína... el de 30 había ido a comprar y consumir al lugar con su hijito de 3. El nene quedó al resguardo de una mujer de la policía, mientras se realizaba el operativo y venía un familiar a buscarlo. A los detenidos se les lee en presencia nuestra sus derechos y pasan a revisarlos. Y testigos de eso fuimos Gabriel y yo, pues Marina, la testigo mujer no podía ver... eso. En el fondo de la casa hasta los desnudaron y le secuestraron sus pertenencias. En sobres con el nombre de cada uno, íbamos recibiendo lo que nos entregaban. Mucho dinero y pastillas antidepresivas. Los detenidos casi no opusieron resistencia pues estaban bien drogados.

Entramos a la casa. Un olor espantoso, a humedad y perro mojado. En el aire totalmente viciado, en una habitación de 3 x 3, habíamos 5 policías y los 3 testigos, por lo menos. En el suelo, más plata y bolsas del tamaño de la mano con envoltorios de cocaína. Contra la pared una cama. A esa pobre gente, infelices de seguro, con la vida destrozada, yo les tuve lástima. Hasta que entre trapos que oficiaban de sábanas encontraron una pistola 9'' totalmente cargada. Desde ese momento casi los odie, y les desee lo peor. En el extremo opuesto de la cama, una mesa con restos de cocaína, de un presunto reciente consumo de la sustancia. Terminado el secuestro de todo, tomadas las fotos, nos dirigimos al baño. Ahí ya no sé que encontraron, pues uno de los detenidos comenzó a golpearse la cabeza contra la pared, por lo que solicitaron un testigo que diera cuenta que las lesiones eran autoinfligidas. Esos golpes fueron casi una fortuna, pues me liberaron de la tortura que era el interior de esa pocilga. Sin más, me quedé tomando aire fresco hasta terminada la requisa.

Luego de todo, fuimos a revisar el resto del terreno los tres testigos, teniendo que dar cuenta de la presencia de envoltorios de cocaína vacíos, restos de las ventas clandestinas.

Terminamos. Nos volvemos a la comisaría. Y esperamos. ¿Cuánto? Una vida. No dije que nos detuvieron a las 18 hs. Es momento de decir que nos liberaron a las 12 (llegué a casa a la 1). Muy temprano nos dimos cuenta que no servía no colaborar, pues era peor. Resulto ser, estoy casi seguro, que muchos de los que intervinieron en el operativo eran aprendices. Por ejemplo, la bonita mujer que nos tomaba declaración conmigo cumplió la tercer redacción de declaración de su vida (la primera y segunda de Marina y Gabriel respectivamente); sus preguntas eran inocentemente capciosas, del tipo: “Cuando llegaste a la finca... los detenidos ¿ya estaban reducidos?”. Si, mi amor, hubiese sido mi respuesta, si no fuera porque una migraña no me dejaba lugar al humor. La dulzura de esa oficial me hizo pensar en la posibilidad de que su familia haya boicoteado su vocación de maestra jardinera. Otra cosa que me dio la pauta de estar entre aprendices fue que tomaban fotos de todo, no como testimonio oficial de la requisa, sino personal, del primer operativo de sus vidas.

Lo bueno de todo fue que me hice un lugar para dar rienda suelta a mi histrionismo, diciendo, por ejemplo, que mi profesión era escritor (si preguntaban [preguntaron], mi respuesta era que escribía un blog para la versión on line de un diario extranjero), y dando cátedra (de maestro sin título) de Homero, Eneas, Rómulo y Marte. Hasta pude meter un bocadillo (delicioso por cierto) sobre logias y masones y las manos de Perón... por un momento, fui un gran erudito que sembró silencio en la audiencia. Además pude trabar una conversación interesante con Marina, que se fue con mi número de teléfono.

Cuando tuvimos el visto bueno para irnos (logramos persuadir que a mi me llevaran a mi casa, que quedaba de pasada a la de Marina, que vive fuera de Mar del Plata), tuvimos que retrasarnos media hora más porque la declaración de Gabriel estaba sin firma (lo fueron a buscar a la casa), y la de Marina había que hacerla de nuevo.

Nota: ¿Dije que este era mi segundo allanamiento? Hasta ayer no conocía a nadie que haya tenido la experiencia de solo uno.

Nota 2: Increíblemente, Marina se tomo todo con gran calma, paz y humor.

Nota 3: Con más de 6 horas sin comer nada, morí del hambre.

Nota 4: Todo esto fue tan increíble que no se me ocurrió un nombre más tonto.


PD: Dedicado a la Secretaria de la obra social U. T. H. G. R. A. filial Mar del Plata, la morochita escuálida con lentes de contactos celeste (que, por cierto, ¡que mal que te quedan!).

Me hago un lugarcito para pedir disculpas por los comentarios no contestados, puesto que mi mente se tomo vacaciones de fin de año, lo que no me daba ánimo de presionar tecla algunas. Espero, desde ahora, volver con más frecuencia por aquí.