jueves, 26 de febrero de 2009

Popurrí

¿Alguien se acuerda de la palabra “trolo”? Por dios, juro que no volveré a ser tan vulgar y escribir algo así por acá. Pero de repente me acordé. Para mi audiencia española (amigo Albert: yo sé que soy un canalla por no firmar tu blog, pero apenas cumplo por ahora con mi necesidad vital de escribir para mi), esa es la manera peyorativa algunos de tratar-nos.
No sé. Creo que nunca me dijeron algo así (¿porque vivo en Mar del Plata y no en un pueblo?). Quizás alguna vez, jugando. Hasta yo la he dicho, jugando claro. Pero agrediendo, calificando, nunca. Y no es que no se use (usaba). Era la palabra predilecta de la época de mis padres, que sí era ofensiva: leyendo unos cursos del J P Feinmann, encontré que había gays asumidos-a-medias (era todo lo que podían), que en las décadas del '60 y '70, además, se volvían peronistas. Y el peronismo tenía como fin hacer un partido de todos, no importara de donde vinieran. La oposición decía que el movimiento estaba lleno de maricas, y los peronistas no tardaron en afirmarlo. Mas: había un cántico que rezaba “los putos con Perón”, algo que entusiasmaba a la “muchachada”, pues hablaba de inclusión, y no ofendía, todo lo contrario; puto era con cariño, no existía la palabra alegre.

El sábado fui al cumple de Yésica, mi amiga. Cansado, con Gabo, llegué a su casa muy tarde. Apenas un par de horas. Tomamos mucho. Comimos una mierda (es que no quedaba nada). Nos fuimos al toque, pues no podíamos salir a bailar como el resto.
Gabo se vino a casa a dormir un par de horas, e irse a su trabajo. Mis papis no estaban; solo mi hermano, que acababa de llegar.
Llevé el colchón al living para que durmiera él, mientras yo lo hacía en el sillón. Cómo dormimos será un misterio, pues estábamos re calientes, y no podíamos hacer ruido.

Siendo sincero no dormimos mucho: a él se le deslizaban mucho las manos hacia el sillón, y yo no las evitaba. Incluso cuando estuve a punto de conciliar el sueño, se le ocurrió acariciarme la cara, y ya no logré dormir. Al rato le sonó el despertador y le pedí un coche.
Quedé solo. Contemplando el amanecer. ¿Por qué será que ya no puedo dormir como antes? Abandoné el sillón y me fui a bañar. Agarré un gorro que estaba en el suelo y lo tiré hacia la cama. En el trayecto se llevó puesto mi reglo de san Valento, un perfume. Que se calló. Que se estrelló. ¿Así comenzaba el día? Evidentemente, pues:
-Esperé el colectivo media hora (el castigo a los herejes como yo es trabajar un Domingo);
-Me tuve que hacer cargo de la maldita caja registradora;
-La gente se empecinó en dejarme sin cambio;
-Mis compañeras me dejaron literalmente solo, sin cambio, sin entender nada...;
-Las tarjetas de crédito se trababan;
-El botón de la caja estaba roto, por lo que improvisamos una solución con una lapicera;

-Muy bruto yo, apreté demasiado fuerte la lapicera, tiñendo de negro a Roca's y Sarmiento's por igual, más los comprobantes de las tarjetas.
Dios no es tan malo como ustedes creen: ese día Conny fue al turno siguiente, por lo que no la vi.

Muy bondadosamente, este muchacho me agregó a su lista de “Blogs amigos”, toda una sorpresa para mi (ahora me explico el esporádico flujo de “celebrities”). En cuanto lo conozca más, próximamente él en los míos.

Les dejo una foto que adoro (por fin, la oportunidad).

jueves, 19 de febrero de 2009

El cine y yo

Adoraría adorar el cine. Seguro lo adoraría. Adoraría entenderlo. Y por supuesto, ver películas, criticarlas. Pues no ocurre ni uno ni lo otro. De las pocas películas que vi en mi vida, un gran puñado fueron de mi agrado. Y al momento de decir: “esta película me gustó, ha de ser buena”, me di cuenta, por los demás, que por muy poco podía llamarse película, y que no era nada buena. A mi solo me había gustado.

Es una lástima. Es como sentirse fuera del círculo más común. Y hay tantas buenas películas (tantas también que se me pasan de largo). Si supiera, tan solo si supiera...

Esta sería mi lista (para empezar):

La boda de mi mejor amigo
Hannibal
Eva Perón (la del guión de Feinmann)
Maria Antonieta
Esperando la carroza
Kill Bill II
Another gay movie

Ni criterio para ordenarlas. Ni omitirlas. Mi fuerte es otro.




PD: Apropósito, si no se les pone la piel de gallina con este video, allá ustedes


domingo, 8 de febrero de 2009

Visible

Ser visible es un concepto que incumbe a la diversidad sexual (no estoy de acuerdo con eso de preferencia ni elección ni nada que connote voluntad: a mi nadie me preguntó si quería o no ser gay... es verdad que hace poco, entre conocidos, salió el tema de una teórica “vacuna”, una suerte de solución si muchos estudios más confirmaban que esto de ser o no ser se daba por cambios físicos en el cerebro por cuestiones biológicas y culturales en la primera infancia y bla bla bla..., yo, como todos, dije que no me pondría ninguna vacuna; simple: no voy a regalar a nadie 21 años de maltrato y dolor, y ni uno de los muchos que me aguardan de alegría).

Visible significa que “si te invitan a una cena, podés ir con tu pareja, y que cuando hablás de él o ella no necesitás controlar cada artículo, o armar la frase sin usar el masculino o el femenino” (pág. 27, Diario crítica, 08feb09).El tema lo recojo de un artículo del diario de hoy en alusión a una nueva primer ministro de un país europeo: la mujer fue elegida como dios manda, y por los medios extranjeros los nativos descubrieron que era lesbiana. Para sorpresa de muchos, a nadie le importó. Para más sorpresa, en ese país, nadie quiere saber. Y no se trata de hacer la vista gorda... simplemente a nadie le importa -literal-, algo que cuesta interpretar. No lo voy a interpretar yo ahora, así que volvamos más cerca. ¿Por qué cuesta tanto intentar ser visible? No hablemos ni siquiera de serlo.

Desde hace tiempo que evito cada vez más hablar por los grandes grupos, como si yo fuera su traductor. Últimamente me limito a considerar muy humildemente (si, como escucharon) una teoría personal, excusándome de antemano si me equivoco. En respuesta humilde, diría que se trata de perder lo mucho que se ha conseguido: armonía familiar, estabilidad laboral, amigos (espero que no una pareja :S)... cosas todas importantes que descansan sobre la gran ilusión que creamos en nuestros valores creados: nuestra familia cree que somos felices, por lo tanto ellos son felices; nuestro jefe cree que somos “normales”, por lo tanto nuestra recíproca relación es normal; nuestros amigos creen que somos como ellos, y, cual paradoja, nos tratan como a ellos. Y el rollo viene cuando, naturalmente, no podemos sostenerles más esa ilusión (porque siempre es por ellos... ¿por ellos?), y nos acusan de mentirosos, se pelean con nosotros, inventan una excusa y nos echan del trabajo o nos dejan de lado. Todo por no haber hablado a tiempo.

Quizás haya expuesto subjetivamente (muy) mi punto de vista. La cuestión a todo esto es que las decisiones que tomamos son personales, y por muy estúpidas que muchas de ellas nos puedan parecer, cada uno que las toma algo de inteligencia tendrá, y en su escala de valores habrá establecido prioridades (antes que nada respeto, si es que lo pedimos)... después de todo soy yo el primero que dice que en esta vida venimos a aprender, algunos más que otros. En fin.

Particularmente no me avergüenzo de nada. Iría de la mano con mi pareja por la calle pero tengo miedo a ser agredido (un miedo casi casi injustificado, pues nadie es tan valiente para decir al otro en la cara: no me gusta lo que hacés; a lo sumo un grupito de adolescentes (o de pobres miserables [pobres no de plata, y por miserables quise decir otra cosa]) que gritan al escapar cosas como “putos”, pero sin identificarse). Lo gritaría a todos, como si a alguien le importara, pero me ata al silencio el hecho de que mi papá no lo sepa de mi boca (esta es mi situación dificil, quizás algún día la comente): yo creo ser muy claro con él, no dejarle dudas, pero el tema explicitamente nunca lo hablé, y sería un terrible bajón enterarse por terceros. Mientras tanto, si preguntan (gentes que no conozcan a papá), no digo nada más que la verdad (por algo preguntan, ¿no?). Después de todo, ¿hay algún problema?, y no levanto el dedo acusador ni amenazo a nadie, simplemente expongo una pregunta que evitamos y postergamos LGBT, héteros, chicos, grandes, blancos, negros... ¿hay algún problema?

PD: si tuviera la costumbre de poner etiquetas a mis entradas, esta tendría la de “exorcizando demonios”.

lunes, 2 de febrero de 2009

Dando lástima

Aquí me tienen dando lástima de nuevo (¿será ya un vicio?). De todas formas lo tomo con calma: ahora hasta me rio de mí. Paso a contarles bien.

Después de un malo trimestre en la facultad, habiendo tenido que abandonar un mes antes por enfermarme, al 1ro de Diciembre ya me sentía “persona poco útil”. Ganas de trabajar no tenía, pero necesitaba plata para unos gustos tan excéntricos que papá no iba a solventar. Así que comencé la aventura de dejar curriculums en lugares seleccionados. Sería este año el primero con un trabajo como dios manda, si me llamaban.

Pasaron los días, las semanas, el mes... y nada. La primer semana de Enero di por perdida la “Operación búsqueda”, y me resigné a mendigar ingresos menos magros por mis labores hogareñas.

A mediados de Enero sufrí una terrible erupción en uno de mis parpados del ojo derecho. Estaba feo (hasta dejé de “provocar” a los chicos con la mirada para no ser visto a los ojos). Mis anteojos de sol están rotos y resolví darle una pronta solución al problema.

El día que fui al oculista, a la mañana mi ojo experimentaba un nuevo episodio de hinchazón y dolor, solo que esta vez venía del parpado inferior. Antes de salir recibo un llamado: una vos de fémina muy amable me pregunta si había conseguido trabajo este verano, porque querían hacerme una entrevista para una librería. Sin mucho entusiasmo dije que sí, pues la posibilidad de la concreción era para mi escasa, y más que nada porque ya había dado por perdida la temporada.

Ese día el médico me retó por no usar anteojos para leer, y que lo que me aquejaba se debía a eso (ok, aprendí: este mes los compro). Me dieron una pomada prometiéndome que me ayudaría.

Al día siguiente parecía que me habían golpeado... si agrego palabras para describirme quizás no diga tanto.

La entrevista era al día siguiente, y creo que el nerviosismo me empeoró físicamente. Barajé la posibilidad de no ir, pero no tenía más por perder, por lo que desistí de la idea.

Solo media hora antes de la entrevista mejoré un poco.

Entrevista: Llegué con tiempo. Di unas vueltas por ahí aguardando la hora exacta, para dar buena impresión. No sirvió de nada ya que tuve que esperar (y el dueño jamás se enteró).

Después de un tiempo me llama Roberto, el dueño: con cara de pocos amigos dice mi nombre. Paso hacía el otro lado del mostrador y lo saludo de palabra; me responde como si si tal cosa no fuera algo común.

En su oficina me dice que me presente, y yo hago lo mio. Después me pregunta por mi futura carrera, mis expectativas. Luego mi familia, por mis padres, qué hacían. Hasta ahí todo bien.

-¿Y como te llevás con tu hermano?-. Dada la situación de nerviosismo, pensé que si mentía se daría cuenta, por lo que solo atiné a maquillar mi respuesta:

-Bueno, eh..., no tenemos mucha relación; ...digamos, somos muy diferentes, por eso-, me apuré a decir.

-¿Por qué? ¿Se c&gan a trompadas?-. Apa, me dije; si así empezamos... (después pensé que quizás lo dijo por mi ojo hinchado).

-No. Simplemente lo veo poco, y nuestro diálogo es normal, justo.

-Bueno... hablame sobre tu experiencia laboral-. Le cuento lo del mes en un bazar...

-¿Y por qué solo un mes? ¿Te echaron a la mie%da?

A esta altura yo ya no lo podía creer. De todas formas mis respuestas dejaron en claro que de ninguna manera me conduzco así en la calle ni con nadie, que sé ubicarme cuando hablo.

Tuve desde el primer momento la impresión de que esa entrevista fue agresiva, y nadie me va a quitar esa idea. Pensándolo mucho llegué a la conclusión de que se trataba de una estrategia: Roberto quiso ponerme incomodo para ver de qué manera respondía a esa situación. Finalmente me puso más inquieto tomándome una “pruebita”, para ver mis errores ortográficos. Después de preguntarme si sabía escribir (...) me dictó unas cinco palabras; me confundí en una, pero no dijo nada. Me fui algo apabullado, pero con la sensación de haber dado lo mejor, siendo yo.

Para después de la entrevista mi ojo estaba mejor, casi normal, cual ironía del destino.

La llamada: Habiendo entrado en la segunda quincena de Enero no esperé respuesta. Pero un lunes me llamaron. Sin más preámbulo me dijeron que fuera al día siguiente a presentar una documentación, y a que me digan cuando empezaba. Buenísimo.

Me llamaron para el miércoles; ese día firmé un contrato que decía que no era un trabajo de temporada, sino una prueba por tres meses para, posteriormente, quedar todo el año; también firmé un papel más. Comenzaría a la tarde.

Primer día: Llego. Digo mi nombre y “hoy empiezo a trabajar acá”. Paso y me llevan al baño. Me dan una remera ENORME, LARGUÍSIMA, color verde. Bajo al salón y me presentan a Conny (recuerden este nombre). Conny es la esposa del dueño... imaginen lo demás.

Ese día empezaba una chica más, Sol. A los dos nos lleva a un depósito de libros infantiles. Allí íbamos a estar más cómodos, dijo. Pero el mismo estaba abarrotado de cajas, libros y mugre. Al encontrar todo así llama a una de las empleadas: que deje todo lo que estaba haciendo y se ponga a ordenar el lugar. Viajamos al otro extremo de la librería; subiendo escaleras nos lleva a la cocina: allí se presenta “oficialmente” y nos da una serie de instrucciones. Nos asusta también con cosas del tipo: “acá se hace lo que yo diga”, “no me gustan los comentarios de pasillo”, “cuando les diga algo no tienen porque comentarlo con los demás empleados”. En síntesis, nos hizo dar cuenta del lugar que ocupaba ella más que el que ocupábamos nosotros. Para terminar nos recordó lo de la prueba: "Porque si ustedes no andan bien acá no es que no sirvan para trabajar, si no que quizás son para otra cosa... quizás en una lencería...”.

Ese día ordené la mesa de libros infantiles, la misma a la que acuden los padres con sus malcriados vástagos. Los niñitos tocan todo, trasladan muchos metros los libros que le llaman la atención (al grito de ¡Mirá este, Má!), y los dejan donde su razón de infante de 3 años indica. Yo creí haberlo dejado todo en orden, pero al rato llegó Conny y me preguntó qué hice. Le digo que ordené la mesa. Fue este momento el que recibí mi primera llamada de atención. La manera de Conny de hacer entender a los demás cómo se hacen las cosas es explicarlo muy lentamente, casi para que lo entienda un disminuido mental. Así fue como me sentí después de su explicación.

Tercer día: Ya lo había decidido. Renunciaría a la quincena. La razón es que no entendía nada, no recordaba nada, sentía que en cualquier momento me retaría Conny. Pasaba (paso) las 8 horas parado. Y la relación con mis compañeros estaba estancada. Sería a los 15 días, pues quería cobrar algo, y era el periodo máximo que me daban mis amigos para adaptarme: que ya vería, me decían. El único consuelo era ver a Sol (y no es por maldito): la pobre no entendía ni entendió nunca nada.

Primer semana: Pagué derecho de piso. Para ella eso era hacerme sentir mal. Lo que no sabe es que a mi me gusta limpiar. Limpié todo: libros, pisos, vidriera, baño. Creo que se excedió el día que me hizo sacar los chicles pegados de la vereda con una cuchara de albañil: la gente pasaba y murmuraba cosas del tipo: “pobre, por qué le hará hacer eso” mientras yo me deshacía en sudor (esa semana la temperatura fue de más de 30º). Con el tiempo me di cuenta que nadie hacía esas cosas, solo yo, que era hombre, y era nuevo. Terminé adaptándome y hasta ganarme algunas sonrisas de la dueña.

El tiempo fue pasando y ya estoy por cumplir la segunda semana. Le comentaba a un amigo que el panorama había cambiado: por razones externas ya no solo pasé de los 15 días a un mes como máximo plazo, si no que probablemente cumpla con los 3 meses. Sol, la chica que entró conmigo fue despedida por ineficiente, y al comentármelo, me dijo Conny que esperaba que terminara de adaptarme, para poder terminar de integrarme y formar parte del grupo (es decir, superar los 3 meses).

Y así me encuentran. El franco (día libre) me lo pasaron del Lunes a hoy. Apenas me sirvió para descansar.

Conclusión: estoy cansado, pero trabajando cómodo y contento en una librería céntrica. Siempre quise tener contacto con libros (hay varios títulos a los que ya le eché el ojo). Estoy aprendiendo muchas cosas. Sigo evitando a la dueña: quiero que me vea hacer algo siempre y no me diga nada. Le tengo miedo a los clientes que piden cosas raras, que tenemos pero que no se dónde están. Ya me cansé de preguntar todo a mis compañeros: son todos muy buenos conmigo, pero siento que los canso mucho; igual cada día me integro más. Finalmente, no me convence mucho el horario (hay días que salgo a la 1.30 de la madrugada y tengo que entrar a las 9.30 de la mañana; con suerte, esas noches duermo apenas 5 horas. Estoy pensando como voy a hacer cuando empiece la facultad... eso, y ver poco a mi Gabo es lo que me preocupa.

Hubiese querido un post más corto, pero no lo logré. Y no dije muchas cosas, como la obsesión del Feng Shui de Conny: en la puerta hay un hexagrama y al lado de la caja un pequeño altar con animales (también encontré una tortuga negra debajo de un revistero); o lo que pregunta... poco le interesa lo que uno pueda decir. La fórmula es decir a todo “sí”, o “bueno”; a mi todavía me cuesta memorizar los nombres de los chicos... ¡y los chicos! Podría escribir un post entero sobre ellos: somos tres hombres y como 8 chicas... ¿yo?, el gurumín. Supongo que muchas cosas quedarán por ahora en mi cabeza guardadas un tiempo, como un curioso personaje: un hombre muy mayor vestido de lino y sombrero de ala, que me recordó al protagonista de “Memoria de mis putas tristes” que preguntome sobre libros de Kama Sutra, o la desubicada que se puso a gritar porque no la atendíamos a tiempo, a 5' de cerrar... ni hablar del contingente flogger que pedía con desespero marcadores y cartulina para saludar a floggers famosos que venían desde BA.

PD: Tengo un fuerte resfrío por limpiar libros justo debajo del aire acondicionado.