martes, 6 de octubre de 2009

Maditos todos (y no se salva nadie)

No voy a dar nombres, No voy a dar ejemplos. Bueno, sólo uno.
Hoy estuve hablando con un chico por chat. Hacía mil que no entraba a la sala a "conocer" gente. Y lo hice porque tenía ganas, muy adentro mío las tenía. Sólo quería charlar con alguien interesante, que me escuche y que me hable de igual manera. ¿Es muy difícil lo que pido?
Perdí mucho tiempo tratando de encontrar a alguien. Y nada. Una pelotuda que se parecía a esa chica de la que me había enamorado hace mucho. Esta chica (la de hoy) me había ilusionado. Más cuando me dijo que tenía 28 años y que tampoco encontraba lo que buscaba. Realmente me ilusioné. Terminé por creer que era apenas una adolescente.
Ya me estaba por ir cuando me habló un chico. Quería mi mail para chatear. No me gusta cuando las conversaciones comienzan así. Lo increpé con cosas como: “no le doy mi mail a cualquiera...”; “para qué lo querés...”; “sucede que no hablo de cualquier cosa, entendés?”. El pibe se bancó la mala onda y estuvimos hablando un rato largo. No me habló más, y realmente decepcionado le dije chau. Me respondió el saludo y me tiró su mail, que lo agregara si quería, me dijo. Y sí, lo agregué. Le dije mi verdadero nombre y muchas cosas más. La conversación se fue al mismísimo diablo, en el buen sentido. Todo muy agradable, hablando de la vida, nunca de sexo y nada de esas cosas.
Me pidió una foto. Se la mostré. Nos quedamos callados. Intentamos seguir, pero esta vez yo también le pedí una. Más silencio. No era feo, pero no me gustaba. No había problema, yo quería hablar, nada más.
Intentamos. Pudimos. Volvimos a hablar casi como antes, de esto, de aquello. No quería mencionarlo, pues esto dificulta la conversación por parte del otro. No me quedó mucha alternativa y le dije, que estaba de novio. Silencio. Algunas palabras más. Hasta que me dijo “Que tengas suerte”. ¿Así se despide a alguien con quien se volverá a hablar al día siguiente? No, pero no me tenía que decir tampoco que se iba a bañar (que fue lo que dijo). Que me diga de una: “Pibe, me cagaste, buscaba a alguien que este listo para ponerla, no que tenga rollos”, o simplemente que no me diga que tenga suerte, eso es como decir Adio en italiano, es una irreverencia.
Son estos momentos los que me ponen mal. Tan mal como hace dos años sentía con frecuencia. Recuerdo que era un estado poderosamente fértil, para escribir, para pensar, pero no tenía muy en claro lo mucho que me destrozaba.
Yo solo quería hablar. No le quería meter cuernos a Gabriel. Quería conocer a alguien. Porque ya estoy empezando a sentirme mal con esto de no hablar con nadie, o ponerme muy nervioso cuando alguien se me acerca. Antes decía ser el típico alumno que podría llevar una bomba en su mochila. Pues eso dejó de ser un chiste. No es que quiera llevar una bomba -por muy anarquista que me esté volviendo-; la bomba la llevo todos los días, adentro, explotando a cada instante.