viernes, 29 de enero de 2010

Suspensión de clases

Siento que odio la educación.

Cuando los problemas sobrevuelan la oscuridad, las noches son larguísimas. Uno despierta con la luz del sol alto y termina por darle crédito a las habladurías, sanas ellas, de que “las noches siempre serán largas en esos momentos”.

Tengo la ligera impresión de que mi profe leyó mi blog. Tengo la rara idea de que se inmiscuyó en mi Facebook y encontró esta dirección. Que se devoró algunas entradas. Con mi cabeza caliente, confundida, odiante, elaboré la teoría, sórdida, de que mi profe cree que lo estoy usando, que estoy intentando hacer lo que cualquier muchachito despechado haría. Razones no me faltan. Con mi profe compartimos un amigo, Leandro. Antes de ser mi amigo, Leandro es amigo de mi profe, las fidelidades están a la vista como cartas de juego a la mesa. Leandro le habrá dicho todo lo que él quiso saber, todo lo que yo pude contar. Mi profe habrá sorbido todas mis fotos, mi información personal, y finalmente habrá llegado aquí. Se habrá sonrojado cuando leyó lo del “beso más lindo”, ese que me dieron nunca jamás. Pero se habrá detenido igual en la última entrada, aquella confusa hasta para este autor, que habla de una montaña rusa. ¿Habrá pensado que quería volver a la misma montaña? ¿Que tan solo estaba probando un juego nuevo para hacer poner celosa a la montaña? Mi profe se habrá equivocado también.
Ayer estaba muy ilusionado. Volvería a verlo. A las 11 pm tuve un presentimiento horrible. Un nudo en el pecho que no me dejaba ni tragar agua. Me asusté. Llamé a mi mamá para saber que todo estuviera bien. Mi mamá no me respondió. A la 1.30 en punto me avisó Leandro que la salida se suspendía porque “no hay nadie” en el boliche. Yo me había quedado pensando en el mensaje de mi profe, de una hora antes, de “quisiera que nos veamos en otro lugar que no sea el boliche, solos!”. ¿No era mejor que no hubiera nadie?
Y fue un golpe duro. Salí de trabajar enojado, sin saber a dónde caminar. Me culpé y sentí culpa por permitirme sentir así. Y es que hay algo que mi profe no sabe. Si se entera puede que no lo vea más. Yo no les mentí, querido público, cuando dije que mi profe me gustaba desde el principio de los tiempos. Este joven señor, que respeto al punto de no decir su nombre, me gusta. Yo me ilusioné. Yo empecé a pensar en él. Si esta semana me han visto reír fue solo por él. Que me haya dejado plantado hizo que me olvidara un poco, que lo bajara del pedestal donde lo puse desde el inicio. Me hizo recordar que también es un hombre, de la misma naturaleza que los otros, que puede hacer mucho daño. Me recordó que no estoy para esos trotes, no ahora que me repongo de una caída de caballo importante.
Gracias profe, ahora ya no voy tan acelerado. Haceme lo que quieras, me voy a dejar. Dejame plantado si querés también, te lo voy a permitir. No nos une ningún vínculo, así que está todo bien.