martes, 9 de febrero de 2010

¡AHORA ENTENDÍ!

Como si la verdad me fuera revelada. Entendí por qué Gabo me soltó la mano, por una simple razón. Claro que no es tan simple, y que la culpa la tenemos los dos. Si tan sólo hubiese sabido… (¡y es que lo supe todo el tiempo!) yo lo hubiese dejado libre mucho antes. Ahora entiendo todo lo que sufrió a mi lado. Pobre Gabo… si no fuera por la alegría que me embarga me sentiría más apenado. Ahora entiendo todo, y el peso que me saqué de encima es enorme. Tantos días juntando piezas que no encajaban. Esa “rareza” que caracterizaba mi estado de ánimo se debía a no entender esto, tan simple, tan complejo…

Otra vez he de decir que es muy largo. A ver cómo me sale…

Hace unos días (tres por lo menos) siento de manera muy recurrente la necesidad enorme de tener sexo. Simple: jamás en mis 23 años y medio tuve tantas ganas de coger. (Ustedes disculparán lo elemental de mi lenguaje… también necesito hablar con claridad, aunque me de vergüenza)

Esto es absolutamente nuevo. Ustedes saben (¿saben?) que yo debuté a los 21 años, y no con ganas. Eso jamás lo entendí, y me lo expliqué de este modo: mi metabolismo es diferente, como si mi lívido fuera la de un panda.
Luego conocí a Gabo. Recuerdo que la primera vez que lo vi lo saludé con una erección que disimulé muy educadamente (¿era necesario?). Eso fue al principio y nunca más volvió a ocurrir.
Antes de cumplir un mes de novios decidimos hacerlo por primera vez. Fue un desastre. Yo no quería. Lo hice obligado. Me fui dolido, había sido una sensación horrible. Me dio mucho asco. No pude acabar, y después de un rato que consideré prudencial le pregunté si podíamos terminar. Gabo, pobre, había puesto lo mejor de sí. El que estaba mal era yo. Ese día nos despedimos como la última vez que nos vimos, casi con lágrimas en los ojos. Algo estaba mal. Luego pudimos conversar. Teníamos ganas de estar juntos. Nos dimos fuerzas… quedamos en que hablaríamos más.
Con el tiempo la situación mejoró. Pero era un tema de todos los días. El sexo fue mi karma tanto como el suyo. Siempre tuve una excusa negativa a la hora de hacerlo. Yo nunca quería (y se lo decía). Buscaba excusas, trataba de evadirlo. Los días que acordábamos para encontrarnos eran un pesar para mi. Hubo veces que lo disfruté, pero nunca, nunca lo hice con ganas. Una vez, pasado el año de novios, lo hicimos y sentí una sensación extraña. Era placer; sólo después de un año, sabe dios por qué, pude sentirme satisfecho. Esa vez fue única… hubo mejores, pero no para mi.
Gabo se quejaba de que no estuviéramos juntos más tiempo, mientras para mi esos días nunca llegaron a ser largos. Recuerdo, pobre ángel, que su humor cambiaba en gran manera. Eso me extrañaba muchísimo, no lo entendía. Coger le hacía tan bien, dejar de hacerlo lo malhumoraba tanto, mientras que para mi era indiferente.

En toda la relación tuve presente este problema. Pero nunca le di la atención merecida. Ahora entiendo esa frase que me golpeó como una piedra, aquella que me decía que si yo pensaba que a él realmente le gustaba coger una vez por semana… ¡Obvio que no! ¿A qué persona sana le gusta hacerlo una sola vez? ¡Y una con suerte!

Siento horror al pensar en Gabo teniéndome como novio, pensando para sus adentros cómo era posible una relación estable y no tener sexo; rodeado de sus amigos, aquellos a los que yo llamaba “promiscuos”, que no paraban de hablar de todo lo que hacían el día anterior en la cama. Pobre Gabo, pobre pobre Gabo.
Tanto me amaba Gabo que solía decirme que esto era muy feo para él, pero que tampoco le importaba tanto, que tenerme a su lado lo hacía feliz.
Imbécil, así me siento, una mierda, tan egoísta, acostumbrado a recibir, nunca a dar.

Un día Gabo no pudo más.

Alguien se preguntará por qué me siento tan bien. Simple: ahora comprendí, ahora se por qué… ahora Gabo no me tiene más y puede ser feliz. Yo también.

Ahora entiendo cuando pensaba, no sin vergüenza, que Gabo bien podía ser mi mejor amigo. ¡NO! Los novios no son amigos. Los novios hacen el amor y se desean tanto como se aman. No sé si habré amado a Gabo como se lo merecía. Sí sé, y esto me da vergüenza, que nunca tuve deseo, nunca me provocaba lo que debía. Gabo nunca me atrajo. Nada fue recíproco. Simplemente me enamoré de una parte de él. Gabo es hermoso, pero yo me enamoré de la persona, de la gracia, de la inteligencia, de su pelo y su mirada tanto como de la blancura de su piel, de su admiración a este pelotudo, de la manera que se pintaba las uñas, de cómo me hacía reír, de cuánto decía que lo excitaba. Yo nunca amé a Gabo como hombre, sólo como hermano.

Hace unos días (tres por lo menos) siento de manera muy recurrente la necesidad enorme de tener sexo”.

Tuvieron que pasar casi dos años para comprender que esto es natural, que no lo es no sentirlo, que padecerlo es estresante, que también provoca tristeza.

Si es cómo todos me dicen, que Gabo lee mi blog, leer todas estas líneas le provocarán dolor. Pues prefiero que, si eso ocurre, sea ahora y no más tarde, que sea pronto y dure poco. Siempre querré a Gabo, y siempre le estaré en deuda. Pero es mejor dejar las cosas en claro; conocer la verdad siempre será mejor a desconocerla.