jueves, 8 de julio de 2010

24

Al final llegó el lunes y sin más pasó mi cumpleaños número 24. Siento que esta vez fue especial. Lo que más me ronda la cabeza es saber que fue mi primer cumpleaños sin Gabriel. En realidad, fue mi primero sin nadie: mis padres estaban y están aún de viaje; ningún familiar se acercó, y como yo de casa no he salido desde el sábado por la noche, aún no le he visto la cara a nadie más que a mi hermano.
Fue un cumpleaños raro. No estuve triste, acaso sí confuso. Sentí una gran ausencia, pero no sé de quién. Es decir, sentí que me faltó Gabriel, pero no el de estos días, con el que hablo por chat; me faltó el Gabriel de 2009, aquel que ha muerto y ya jamás volverá. Que se yó, supongo que será cuestión de hacerme a la idea... cumplir 24 años sin él probablemente haya sido una de las grandes últimas pruebas que debo pasar... Que cosa rara la naturaleza humana, comprender que lo nuestro terminó, sólo que medio año después.

Dicen que festejar antes de cumplir años trae mala suerte. Supongo que creo menos en eso que en la suerte. Yo lo festejé este último sábado. Habremos sido unos 10 jovencitos, siendo la primera vez que a una reunión que me tiene como anfitrión concurre tanta gente. A mi grupo clásico, el de siempre, se sumaron mi amigo Leandro y Ezequiel, aquel muchachito tímido de la facultad con el que he hecho buenas migas en estos días previos.
La hemos pasado todos muy bien y fueron varios lo que me han dicho que fue una buena noche. Comimos y tomamos y antes de las dos de la madrugada cada uno ya se había marchado: algunas chicas a Alem (zona de pub's y boliches), otros a la casa de uno de los chicos... por mi parte, junto a mis dos amigos (Eze y Lean) fuimos a un boliche gay.
A unas cuadras del boliche nos esperaba mi Profe, amigo inseparable de Leandro, junto con una amiga suya. Debo decir que durante toda la noche me ha tratado con mucha indiferencia, ya entenderán por qué.
Al entrar me encontré con Horacio. El sabía que yo iría... Realmente lo lamento, pues sé que verme fue un duro golpe para él. Me saludó con muy poca gana cuando le acerqué mi cara, pero al irse me evadió totalmente.
He de decir que la pasé muy bien. El boliche estaba como me gusta, con la cantidad de gente justa, y la música no era mala. Mi nuevo amiguito no conocía a nadie por lo que no se separó de mi durante toda la noche, cosa que me agradó mucho. En algún momento nos sentamos los cuatro en unos sillones y hablamos un poco. Ezequiel le comentaba algo a Leandro y a esa charla se sumó mi Profesor para burlarse de Ezequiel con bastante pobre ironía. Me extrañó mucho esa actitud suya pues él no es de ese tipo de gente. Al día siguiente Ezequiel me hizo comprender la posibilidad de que mi Porfeor se haya molestado, quizas hasta se haya puesto algo celoso por la presencia de Ezequiel a mi lado... me ha dicho que cuando se alejaba no dejaba de mirarnos; y la verdad que siendo así puedo entenderlo (obvio, no justificarlo). En fin, él no podrá decir nunca que nadie le dijo que conmigo se ha perdido una buena oportunidad.
Con Ezequiel casi rosándome continuamente hemos levantado varias miradas y comentarios de quienes nos conocían. Y es que Ezequiel estaba muy... atento a mi. Obvio... yo no como vidrio y me imaginaba por dónde venía la mano.
Digamos que media hora antes de cerrar el boliche Leandro y el Profe decidieron irse. Supusieron que los seguiríamos. Por mi parte no le consulté nada a Ezequiel y les dije que con él nos quedaríamos un rato más. Ellos comprendieron, y la verdad me gustaría que hubiesen visto la expresión de el Profe.
Se marcharon y quedamos solos. Esperé lo suficiente como para imaginar que a mis espaldas ellos ya no se encontrarían y disparé mis dardos:

-Eze, te hago una pregunta... ¿a vos te pasa algo conmigo?
-Bueno, creo que es evidente-. (Quisiera que durante este diálogo no dejen de tener en cuenta que el pequeño Ezequiel es muy tímdo)
-Mirá, desde que empecé a hablar con vos me doy cuenta que sos una excelente persona. Por eso creo que tenés que saber de mi boca lo que yo siento: a mi no me pasan cosas con vos. Mas, yo no quiero estar con nadie en este momento, ya te lo dije muchas veces.
-Sí, sí, eso lo entiendo. Vos en realidad no me gustas... osea, me pareces muy lindo y... no quiero hacerme la cabeza porque ya sé... ya me dijiste que no querés nada con nadie, pero...
-Esta bien, me gusta que entiendas eso. Vos me agradas mucho, y sé que yo puedo hacerte confundir. Pero sabé esto, todo aquello que puedas malinterpretar... no lo hago apropósito, soy así con vos y con todos mis amigos.
-Lo entiendo.
-Además... tenés que buscarte alguien más para vos, alguien con quien sepas que vas a estar bien. Sos muy inteligente, y lindo también.
-Vos sos lindo.
-Jaja. Entonces, ¿entendés?
-Sí.
-Que bueno, porque quiero que sepas que me muero de ganas de besarte-. Acá su cara fue de perplejidad. -Te repito, no quiero nada con vos, pero desde esta tarde que quiero besarte...

Lo demás es un corto diálogo que seguimos.
De esta manera quise contar como fue que besé a Ezequiel. Que me dió el segundo mejor beso de mi vida, y eso hablando de un nene que no tiene aún 21 años.
Quizás a la media hora nos fuimos, y hasta que nos despedimos hablamos de la importancia de dejar esta experiencia en el pasado, recordarla como algo muy lindo, algo de lo que teníamos ganas, quizás una barrera que nos impedía trabar una amistad y que finalmente hemos superado porque, claro, los dos teníamos ganas... él desde que me conoce; yo desde esa tarde de sábado.

Pero hemos vuelto a hablar. Y nuevas ideas rondan mi cabeza. Ezequiel es una persona fantástica y me culparía por mucho tiempo si por mi culpa dañara nuestro proyecto, el de la amistad. Pero la posibilidad de tener un confidente, además de compañero de facultad, que esté dispuesto a ocupar el lugar del “amigo con derechos” me seduce sobre manera. Y yo sé que el no se negaría. El problea es que, aunque me diga que no, quizás le cueste ser mi amigo.