Acabo de bajar mi edición on line de Crítica Digital y me encuentro con un pequeño cuadrito en la portada que

Y ustedes se preguntarán por qué estoy contento. Si quieren la respuesta rápida acá les va: por rebelde. La otra es más larga:
Siempre me pareció una locura lo de casarse. Que un chico y una chica se casasen, descabellado; que un chico se casase con otro, antinatural.
Una vez, cenando con mis amigas, con la mesa repleta, alguien me dijo: “¡NO TE SIENTES EN LA ESQUINA DE LA MESA PORQUE SI NO NO TE VAS A CASAR!”. Obvio que me senté allí, a pesar de que me hicieron lugar en otro costado. Lo de casarse era para mí ya de otra época. Imaginen que mi abuela materna se casó a los 17, mi abuela paterna de apuro, mi mamá… para dejar de ser virgen (ni siquiera hablo de celebraciones que no incluyen amor). Siempre siguiendo un mandato social que beneficiaba a otros, a gente que entendía muy bien que ni era necesario casarse.
Pero el tiempo pasa, y uno crece. Después de un año y medio de amor con Gabo, de saber que cada día esta más cerca de ser ingeniero, de pensar que todas sus ambiciones materiales posiblemente las haga realidad… no dejo de pensar en los derechos sociales que me puede dar. Jeje, esto es lo que le digo a todos, y no me importa que me crean. Realmente pienso en lo importante que es poder decir ¡TENGO DERECHO! A veces saboreo la imagen de la cara constreñida de alguna vieja frígida que me mira. Esas cosas me enervan, me ponen filoso, y soy capaz de contenerme para decir palabras elegantes, las mejores, acordes a la situación:
Escena # (enero 2009):
Atardecer. Farmacia. Gustavo hace la cola para retirar su compra. Suena su celular. Es su pareja, Gabriel, para decirle que lo detuvo la policía.
Gustavo: Hola. Qué pasó. ¡No! ¡Decile que no tenés documento! ¡No! Bueno…, ahora voy.
Gustavo guarda con nerviosismo su celular. La cajera pregunta asustada si todo está bien.
Gustavo (afligido, preocupado): No. Acaban de detener a mi novio.
La cajera se queda perpleja. Lo suficiente como para retroceder, como si el cliente tuviera Gripe A (que en esa época no existía).
Gustavo (haciéndose el distraído): Gracias, chau.
Y Gustavo sale casi corriendo.
Antes de cerrar la puerta de la Farmacia escucha a la vieja constreñida que lo secundaba en la cola, comentándole a la cajera:
Vieja constreñida: Y… cada vez hay más desviados.
No dije palabra. Simplemente me fui. Me dolió, no lo voy a negar. Y ahora que lo pienso, no sé si hubiérale dado una respuesta con palabras elegantes, tal como dije. En fin. Cada vez tengo más a flor de piel el sentimiento de provocar las cosas feas, básicas e instintivas que la gente lleva dentro. Me gusta demostrarles que no son mejores que yo; que con esos sentimientos desesperados, yo los supero en mucho. Sépanlo, algún día me voy a casar. Y me va a encantar (verles la cara).
PD: la foto del besito de Alex y José la tomé prestada de la edición on line del diario citada, pp17.
Apostilla: no sé de quien será la culpa, si del periodista o del gay que se casa... pero ¿esto era necesario?: "'Alex me llamó y me dijo que ponga sonriza de hombre casado. Entendí todo y me puse a llorar', contó José".