miércoles, 9 de marzo de 2011

Reflexión número 9

Esta tarde me pinché el dedo índice con uno de mis cactus, pero las ganas de escribir han de ser más fuertes, pues me banco este dolor intenso al teclear.

Como siempre, quizás corroborando un poco mi impulso a denotar mi vida como un objeto vacío, llego a casa y lo primero que hago es prender este maldito ordenador. De maldito nada: es una maravilla, acaso mi mejor gran inversión. Maldita mi actitud, la de dejar sobre este teclado horas provechosas de mi vida. Compruebo cada día que no hago más que perder mi tiempo observando a los demás. Y los demás no hacen más que mostrarme lo mismo que ayer (que es nada), pero esta vez con nuevas palabras.

¿Y yo dónde quedé?

Pues allí, en la nada.

Y ya tengo que poner un límite a todo esto. Me asusta la idea de estar pronto a cumplir los 25, tener una carrera sólo con un puñado de materias aprobadas, con un trabajo castrante, con tantos proyectos y pocos o ninguno concretados.

¿Y qué he de hacer? Pues bien. Lo primero ya está. Pensar. Y ya pensé. Y la decisión es esta. Este año me mudo. Mañana mismo salgo a ver ofertas. Modesto lo mío: por lo pronto 9 meses, como estudiante. Perfecto. Segundo: terminar de leer mi libro “La nomenklatura” (historia y teoría de la URSS, especialidad a la que me dedicaré). Es notable como me propuse este segundo ítem hace ya tanto tiempo. Y el libro esta sin terminar. Y nada nuevo hice aún… Caigo en la conclusión de que algo no ha funcionado y que debo buscar una nueva estrategia: esperar terminar una cosa para empezar otra nueva no da resultado, no en mi caso.

En tercer lugar, en vista de que cursaré sólo una materia (los psicóticos horarios laborales que me provee la dueña del imperio en el que dejo la vida no me permiten otra opción), tenía planeado hacer un curso docente que me brindaría algún puntaje al momento de trabajar como profesor. Pero Leandro -mi mejor amigo- me hizo entender que tengo otras prioridades, y como estoy siempre abierto a las sugerencias de mis maestros (Leandro me enseña, Leandro es mi maestro), le haré caso, y me dedicaré a esas prioridades, como realmente debo.

Y volveré a la escritura, actividad que no deja de complementarme nunca.

Si bien tengo algún tipo de razonamiento abierto al esoterismo, no me caben todas las teorías mágicas. No soy muy afecto al horóscopo, por ejemplo. Pero leí una de las publicaciones más vendidas al respecto, sobre este 2011, y la autora en mucho acertó con sus pronósticos parciales en lo que me correspondía. En líneas generales, obtuve la conclusión de que este puede ser un buen año, y así lo considero.

PD: ¿qué quise decir con todo esto? No me pregunten, no lo sé. La idea original era otra, pero no tenía expectativa alguna cuando me decidí a escribir la primera palabra.

sábado, 5 de marzo de 2011

Diario de mis amantes (una entrada cursi)

(Abvertencia: entrada cursi)

Hace unas semanas una compañera de la librería me contó que de más chica (acaso si eso fuera posible) llevaba un diario en el que contabilizaba y hacía una breve reseña de aquellos chicos a los que había besado.

-Eran tantos que ya no los recordaba-, explicó.

-Gracias a dios yo los cuento con los dedos de mis manos, aún…-, dije.

Pero me di cuenta que tampoco me acordaba de todos con facilidad. Y no es que fueran muchos más que 10 (creo que no), ni que me interesara recordarlos. Pero estoy seguro que un día perderé la cuenta, y como he dicho en alguna oportunidad, un beso para mi es importante, es íntimo, es especial. No beso a mi madre ni a mi hermano ni a mi mejor amigo como beso a un chico, por más que no lo conozca. El beso tiene magia, y yo la siento por todos lados. Hay una técnica para el beso, una para cada situación. Yo beso de “puta madre”, me dijeron casi todos… Algún día escribiré sobre el beso. Hoy no.

Todo esto viene a cuenta para decir que, finalmente, me lancé a la aventura de llevar adelante un diario sobre mis amantes, aquellos que me han robado un beso, o a los que se los he regalado, o con quienes lo he compartido. Ya me percaté que no recuerdo fechas exactas, a veces olvido nombres. Situaciones también. Todas cosas que no quiero olvidar, y que aquí estará mi diario para recordarlas.

Lo empecé hace unos días. Me detuve en mi última andada, aquella que me enredó por –espero- última vez con Ezequiel (la historia parece nunca acabar). Me esforcé y pasé revista desde el primero hasta llegar al último, prometiendo volver sobre alguno en el que ahorré detalle al momento del relato.

Ya sé, todo esto parece muy cursi. Seguramente lo sea, pero a mi me encanta, sobre todo escribirlo.