Creo que llegó el momento del adiós.
Las despedidas nunca me han gustado, me sabían a muerte. Siempre rondaron
por mi cabeza las sombras de la esta señora que, ustedes saben, nadie la ha
visto con cara de mujer. Mi mayor temor era que mi padre muriera, o mi madre. Un
día me llamaron por teléfono; esa mañana tenía muchas ganas de quedarme en la
cama y mi celular estaba sin batería. Una idea, entonces, me atacó y me hizo levantar
para conectar el teléfono. ¿Qué idea? Que ese mismo teléfono sonaría para
decirme que mi padre o mi hermano había muerto. Pasaron unas horas y,
efectivamente, el celular sonó. Era mi madre que me llamaba para avisarme que
Lucas había tenido un accidente en su moto. 16 días después él murió.
Desde ese momento no le temo a las despedidas. A fuerza de buscar una
razón para vivir, para sobrevivir, necesité creer en la “vida” de la muerte y,
sin inventar nada, adherí a la lógica de los ciclos: uno se cierra pero las
cosas han de continuar. Metáforas como estas ya me sé decenas. Mi psicóloga me
dijo una que me gustó mucho. Se refería también a mi pasión por los cactus:
Cuando se muere una planta, me decía, uno ya no se ocupa más de ella. Mas, se
dispone a reutilizar la tierra y la maceta, y concentra su energía en las
plantas que aún están vivas.
Algunos ciclos se han cerrado. Y aunque no he visto abrirse la puerta de
alguno más no puedo decir que no me encuentre en ningún otro nuevo.
La historia ha vuelto a comenzar desde octubre. Una tarde extraña,
lluviosa, volvíamos a mi casa sólo ya tres integrantes. Los días fueron pasando
y sin querer atravesamos Navidad y luego Año Nuevo. Estábamos sobre el verano.
Cada día se llora menos. Yo conocí un chico y dejé de verlo demasiado pronto.
Fue una de esas personas que si se te cruzan en la vida tendrás que hacer todo
para no perderlas, al menos deberás mantener a raya tu pulsión por la histeria.
Bueno, yo esto último no lo sabía; he ganado la amarga experiencia. Mi vida
sexual-sentimental terminó allí, por febrero.
No ha pasado mucho más, al menos nada comparable a un funeral.
Si alguna vez abandoné mis estudios, he vuelto sobre mis palabras para
retomarlos, aunque me encuentre en una lucha continua. Y realmente no hay mucho
más; la pasión, el pecado, la locura y el exceso se han tomado largas
vacaciones en mi vada.
He dejado de escribir tanto como de leer. Y mientras me acecha ahora la curiosidad
por la fotografía. Otras artes, en mi cabeza, tampoco me son desdeñables.
Así que diré adiós, que puede sonar a un “hasta luego”, que realmente no me
preocupa. Sin más, necesito agradecer a quienes he conocido, a quienes me han
hecho pensar. Ha sido una experiencia maravillosa. Conservaré mi cuenta de
Google. Gracias.