lunes, 25 de agosto de 2008

Amigo hermano Rubén

Hoy es el cumpleaños de Rubén, mi mejor amigo. Rubén y yo (con Yésica, Sonia y Ale también) nos conocimos en la Técnica.
De vuelta a casa, So, Ale y yo tomábamos el 562. El primero que bajaba era yo, después Ale y Sonia. A los pocos días nos dimos cuenta de que en el amontonamiento ensardinado (de sardina…) del colectivo, también viajaba el esmirriado narigón cara de nena de Rubén; quién diría que se convertía en el más lindo de nosotros…
Cuestión que un día, como quien no quiere la cosa, antes de bajar, lo miro por el espejo retrovisor (nosotros estábamos por un lado; él, en la otra punta del cole), y le tiro un chau “mudo”. Rubén se sorprende y me lo devuelve a lo “boludo”. No sé porqué, pero siempre cuento la misma historia cuando se trata de Rubén, historia que solo él y yo podemos corroborar… historia que solo yo parezco recordar.
Rubén me facilitó la estadía en la Técnica. Los cuatro (él, yo, S., A., a veces Y.) comíamos juntos, nos reíamos, nos aguantábamos, nos hacíamos la pata. Si bien es verdad que si uno faltaba el grupo no era lo mismo, la presencia de mi amigo era especial: una ocurrencia suya, una risa (risotada), una palabra, la sombra de su nariz en la pared… todo hacía que nos riéramos, hasta las lágrimas.
No me quiero poner melancólico, mucho menos ahora, que este post está dedicado a las 22 primaveras de Rubidio. Así que me despido con un par de anécdotas que quedarán para la historia:
Clase de matemática de 1er año: La vieja era la más conchuda de las conchas que pudieron haber pisado el mundo de nuestras cortas vidas. Gritaba, nos miraba mal, era mala educadora. Para la profesora Rizo todo lo malo era poco. En uno de esos múltiples alborotos que generábamos (nota: cualquier oportunidad era buena para que estalláramos en aplausos; repito, cualquier oportunidad), la vieja se quedo sin palabras, pues era inútil hablar en el quilombo. Mientras esperaba con cara de culo que nos calmáramos, mi mejor amigo no se le ocurre mejor idea que gritar-le ¡PUTA!... Imaginen la cara de la vieja, que no supo de donde vino el grito.
Clase de mmm, de… algo, en 3er año : La profesora Baraldo (todo un personaje en ella misma), tenía como nombre de pila el de Elba. Rubén, hablando con sus compañeros de banco, se le ocurre el juego de palabras “Elba-gallo”. Esta vez no tuvo suerte. Y la profe lo escucho. Lo que sigue es muy gracioso, imagínenlo…
PD: La foto es la mejor que encontré; tenía una mejor, pero era pesadísima.

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